Fronteras: una barrera humana


El horrible proceso de homologación

       Era un día normal en el que salía de mi casa con dirección hacia una entrevista de trabajo. Me preparé como mejor pude y me acerqué al lugar con la ilusión de encontrar un trabajo mejor que el que tenía. Los coches aún por la carretera, los vecinos asomándose por la ventana al oír una puerta, la gente mirando escaparates, todo como siempre había sido el día anterior y lo seguiría siendo el día después. Acabada mi gran presentación sobre mi persona hablando de mis aptitudes académicas, personales y profesionales, la pregunta que esperaban hacer no se hizo más esperar. No querían saber por qué me interesaba aquél puesto, no querían saber que habilidades específicas podía yo aportar a la empresa, no....ellos solo querían una respuesta que me garantizaría tristemente el puesto y me condenaría a mí y como a todos aquellos que viven bajo el mismo sistema y las mismas normas: ¿Perdone, su titulación está homologada por el Ministerio de Educación? ¿No lo está? - Pues muy bien, está contratado, trabajará en el puesto que quiere y haciendo lo que le gusta, pero con la mitad del sueldo que el Estado estipula en los convenios colectivos. Como dije al inicio.....tristemente, seguía siendo un día normal.

        La ignorancia de los autóctonos les lleva siempre a pensar que aquellos que vienen de fuera les quitan el trabajo porque aceptan menos dinero. Y se alegran entonces de las escasas posibilidades que existen en el país para convalidar titulaciones extranjeras. Sin embargo no comprenden que esto les afecta tanto a ellos como a nosotros. Afecta a la sociedad en general. Si estas condiciones no se dieran, los empresarios no podrían usarlo como excusa para pagar menos dinero y tendríamos la decisión de nuestro lado. Es a estos descerebrados empresarios a quienes hay que denunciar y perseguir, a ellos, que por ganarse un poco más de dinero afectan a todo un país sin ser conscientes de que sus decisiones hunden y desmoronan la economía nacional.

         Es curioso como el ser humano, a pesar de provenir de diferentes culturas y ambientes, acaba trazando líneas muy similares en su forma de hacer las cosas. Nos hemos convencido de que otros pueden más que nosotros y que solo algunos están iluminados. Pero, de la misma forma que no vemos las grietas en un muro hasta que no lo tenemos frente a nuestras narices, mientras más ahondamos en los procedimientos del Estado más claro vemos como es una endeble estructura que se sostiene sobre los pilares básicos de la ignorancia del pueblo, el engaño y la estafa.

      Hoy, finalmente he conseguido aprobar el último examen que pedía el Estado para homologar mi titulación superior a lo que ellos llaman "un título oficial y válido en España". Y como es de esperar, los trámites aún no terminan. Aún hay que acabar el último tramo de la oxidada máquina estatal que no representa otra cosa más allá de la mano que te tapa el sol. La excusa es siempre la misma, es un procedimiento necesario porque ellos no pueden constatar que los estudios cursados en un lugar diferente puedan ser de igual equivalencia que los que se imparten en el país. Lo más curioso es ver como si esos estudios han sido cursados en países más grandes y pudientes, el prestigio parece acompañar al supuesto iluminado y lejos de pedir una homologación, se ofrece más bien dinero. Entonces ¿quién debe homologar a quién?

       Hoy, después de 16 exámenes, trabajos, exposiciones, tutorías, cartas, resoluciones, reclamaciones, a lo largo de 5 desmotivadores años, estoy a pocos pasos administrativos de conseguir finalmente el tan ansiado papel que diga que soy tan capaz como cualquiera que haya estudiado aquí. Crudamente se puede decir que he tenido que cursar la carrera de nuevo. Lo más triste de todo es que sé de gente que ha hecho la misma carrera que yo, en la misma universidad extranjera, a quienes no les han pedido cumplir con ningún otro requisito y por más que alegué en mis declaraciones, me enviaron una última carta fría y tajante cual puerta que se cierra en las narices, mediante la que me informaban que se cerraba todo proceso administrativo hasta que yo no aportara la documentación de alguna entidad académica española y oficial, donde constara que había cumplido con lo que me solicitaban. Este desorganizado sistema educativo no tiene ni pies ni cabeza. El único obstáculo al final son los burócratas que se masturban con su poder para destruir la vida de las personas.

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